El móvil y las felicitaciones y las felicitaciones y el movil. De este año, la mejor fue una que me mandó
Pasquale Caprile de un duende ñoño que dibujaba sonrisas ñoñas en las caritas ñoñas y que al que poco a poco la petición de amor universal y paz mundial que le hacías en un principio, se convertía en una punkie exigencia bastante graciosa.
Yo como soy así, deseé mucho glamour. Estoy harta de lo casposo y cutre ¡viva el oropel y los perfumes! El glamour, como vais aprendiendo en nuestra sección de estilismo gratuito, no es una cuestión de poder adquisitivo como de sensibilidad y refinamiento interior. Insisto, los millones de pesetas que se posseen, hablo en pesetas porque suenan mejor los millones, no son directamente proporcionales al glamour desprendido. La elegancia es aquello que no se ve pero se siente, no destaca, no es ostentosa (Brumel)
El glamour, con algún que otro de "brillo" mas, es algo de consuno intrínseco al individuo elegante que con un "fulgor" mesurado y adecuado, acompaña indumentarias y prendas como aderezo o complemento, nunca como totalidad.
El glamour es un ser mas que un tener. No es aprovechar por aprovechar, es aprovechar lo que sirve, enseñar lo que merece la pena de ser enseñado, y ser distinguido y elegante en las formas. No me sirve un atuendo mas o menos adecuado cuando se da con la puerta en las narices en el metro y no se ceden los asientos, se empuja por las calles y se arrojan papeles al suelo o se gasta agua a lo tonto y no respetar los espacios sin humo...
Nunca debemos olvidar que vivimos en comunidad, y que las más de las veces nos arreglamos por los demás en un acto de egocentrísmo absoluto, buscando la aprobación y el halago del otro como nutriente de nuestra autoestima. Pero al otro, si ese envoltorio que es el atuendo no le acompaña un estar y un ser no le sirve de nada, y no nos confundamos con lo políticamente correcto, que no es más que un burdo maquillaje de la mala educación y carne fresca para los psicoanalistas.